Todos sus monstruos
imaginarios fueron superados por la realidad.
Ahora estar despierto
era más confuso que soñar y no sabía si ya era tiempo de desempolvar sus
pensamientos mágicos. Varios años apoyándose en la evidencia habían segurizado
su forma de entender el mundo. No eran
tiempos de monstruos, ni menos rezos o cualquier tipo de cosa que sonara
imaginaria.
No era tiempo de
recordar locuras adolescentes, sin embargo las corduras de la madurez comenzaban
a volverse frágiles. Revisó una vez más, como tantas, sus pasos antiguos. Algunos
no parecían ni tan viejos pero el calendario insistía en situarlos distantes.
Bueno, que sabe el tiempo de distancias.
Su mano pareció
abrazar la taza de café,
a esta hora el café
era lo único posible de ser abrazado.
M O R
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